domingo, 17 de mayo de 2015

Hildegard von Bingen - Voice of the Living Light


La concepción hildegardiana de Dios no es diferente de las concepciones teológicas católicas medievales, matizadas por las peculiaridades propias de sus visiones. La Trinidad, en el libro del Scivias, aparece como una luz en la que, a su vez, se diferencian una «luz serenísima» (splendidissimam lucem), que figura al Padre, una figura humana color zafiro (spphirini coloris speciem hominis), que simbolizaba al Hijo, y un «suavísimo fuego rutilante» (suavissimo rutilantem igne), como manifestación del Espíritu Santo, imágenes que conservan su diferenciación compartiendo la misma naturaleza única: «de tal modo que era una única luz en una única fuerza», «inseparable en su Divina Majestad» e «inviolable sin cambio».83
Dios también se presenta como la fuente de toda fuerza, vida y fecundidad. En el Liber vite meritorum es representado como un varón (vir) precisamente porque en él radica el vigor que comunica a lo existente, no sólo a través del acto de la creación sino incluso a través de la inmanencia de su poder que sostiene al mundo, otorgando fecundidad (viriditas) a la naturaleza y al espíritu.84 
anta Hildegarda de Bingen O.S.B. (en alemán: Hildegard von Bingen; Bermersheim vor der Höhe, junto a Alzey, Rheinhessen, Renania-Palatinado, Alemania, 16 de septiembre de 1098 - Monasterio de Rupertsberg, Bingen, Rheinhessen, Renania-Palatinado, Alemania, 17 de septiembre de 1179) fue abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana. Es conocida como la sibila delRin y como la profetisa teutónica. El 7 de octubre de 2012 el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.1
Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media,2 entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino,3 dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia,4 y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.5 En expresión de Victoria Cirlot:
«[...] atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido, y las imágenes de sus visiones».6     Wikipedia.
 

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