domingo, 11 de septiembre de 2016

Notas al corre de la pluma



Notas al correr de la pluma:  





Ayer me anunciaron la primavera. El 21 de septiembre se acerca. Pasa el tiempo pero igual el tiempo es solo una convención y la verdad no existe. Hoy un amigo me hacía acordar a Lucho León Herrera que decía que él no moriría nunca, porque ese que moriría cuando muriese ya no sería él.  Mi amiga Sarita me recomienda una película de amor y literatura en Netflix que se llama Eun gyo y también La Musa, todavía estoy impactada después de haber visto en Sala de Parto, una obra argentina de Timbre 4 que se llama Dínamo. Entrar en contacto con María Negroni escritora argentina, de Rosario, me abre cien puertas y quiero entrar a todas porque soy curiosa y se habla de temas que me interesan como las colecciones, las muñecas, las cajas. ¡Cuánto que aprender, cuanto por ver, cuanto por leer! ¿Qué hacemos si solo disponemos de unas horas, reducidas, porque además tenemos que vivir la vida real?


Dice Tomás Eloy Martínez que sus padres lo castigaron un día prohibiéndole leer, tampoco podía ir al cine, durante un mes, entonces decidió contarse cuentos a sí mismo y se puso a escribir un cuento de un chico que se mete en una estampilla de Madagascar abandonando a sus padres y ahí, lejos, se dedica a ver y leer todas las películas y libros posible, libre, sin que nadie le diga no.
Recuerdo que hoy es 11 de Septiembre y temo un nuevo atentado, ya estamos acostumbrándonos como nos acostumbramos a vivir en medio de bombas y torres derrumbadas en época de Abimaél Guzmán.  En la última clase leyendo a Rosa Montero en uno de sus artículos descubrimos que el peso del cerebro de las ballenas es mucho mayor que el nuestro y que según ley científica debía ser más inteligente que el hombre, pero lo que nos dice Rosa es que son más bondadosos que es la suprema manifestación de la inteligencia y que en lugar de destruir, acarician y juegan.

A veces apunto una frase, como está por ejemplo: ¿Quién eres tú, ese puñado de ambiciones, anhelos y sueños?  Y lo tengo como perteneciente a un escritor en este caso a Milosz, escritor lituano pero busco y chequeo y no puedo constatarlo.  Y después hay otra línea que dice: No merece el castigo de la agonía prolongada. Nuestra mente no graba por qué hemos apuntado eso, qué nos interesó, qué quisimos extraer de esas palabras, ha perdido su significado pero igual ejerce un poder perturbador que me hace volver a ellas curiosa.

Se discutió ayer si pensamos solo con palabras, y me llamó la atención que sostuvieran que sí, que para que sea pensamiento debía estar constituido por palabras, pero yo recordaba haber leído que cada uno tiene su propio lenguaje interno, único, casi químico, que luego traducimos para que los otros nos entiendan. Tendré que investigar para tener un conocimiento más certero porque hasta ahora son solo especulaciones sin sustento.



Hemos tenido dos días de sol, como si de verdad tuviésemos la primavera en la puerta y luego el verano en donde todo es distinto y la vida se convierte en ir a mirar el mar y todo lo que contiene, la escritura de pájaros en la orilla, las huellas de espuma que deja el agua que se acerca y retira, los infinitos granos de arena que son joyas diminutas, troceadas por el viento y ese tiempo que no existe pero igual hace su trabajo.

Somos recolectoras, de eso no hay duda. Entre lo que recolecté esta semana encontré la imagen de un hada pequeña que compartí con los amigos. No demoraron en preguntar qué clase de hada era y por lo que tenía en la bolsita. En un instante respondí que vivía en un bosque cercano, no me pareció extraño porque toda mi infancia la pase viviendo muy cerca de un bosque. Lo del contenido de la bolsa no fue tan fácil porque me preguntaron si eran mensajes, no, me dije, no lo son,  Una de mis amigas aseguró que se trataba del bosque de las mariposas y sí, había acertado. Ya más entusiasmada les conté que todos los días se podía ir al bosque a tomar té con las hadas y las invité a que me acompañaran.
Encantadas, encantadas, me dijeron, entonces les confesé que en la bolsita traían alegría y risas y ellas empezaron a reírse. Polvo de luna,  dijo una de ellas, la más alta, y tres estrellas, y besos y todas reímos.  Ya estábamos en trance. 









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