Ignoro todavía cómo se hace un buen poema, pero reconozco tantos buenos
poemas a lo largo de la historia que sé, al menos, cuáles no lo son. Además, no
siempre un buen poema es un gran poema y, admitiendo que el lector lo completa
y le da la totalidad de su sentido o alguno de sus muchos sentidos parciales,
debo decir que mi gusto, mis preferencias o mi sensibilidad han cambiado con el
tiempo y las circunstancias. Sin embargo, el desorden de las categorías nunca
es absoluto y arbitrario: los buenos poemas siempre me parecerán buenos poemas,
pero algunos pasan al apartado de grandes poemas por condicionantes personales.
La creación poética siempre ha sido para mí un misterio. Sé que la factura de
los poemas tiene algo de artesanía y bastante de oficio y dedicación. Pero esas
cosas entran en juego cuando ya se está fabricando el producto. La elección de
un adjetivo, un tiempo verbal o un metro no explica las cuestiones
fundamentales que nos han llevado hasta ese punto en el que ya nos podemos
dedicar a elegir: de dónde viene, por qué, desde cuándo nos acompaña, nos
consuela o nos atormenta ese poema al que, por fin, le estamos dando una
salida, quizá malograda.
La poesía me lo ha dado todo, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que
yo le he dado a cambio. No sólo me ha dado una forma de ver, pensar y sentir la
realidad, creo que distinta y más plena que si la mirara con otros ojos, me ha
dado también una concepción del mundo, siempre abierta y asombrada, que se ha
construido con lugares y personas que no habría conocido de otro modo y que han
ido conformando mis nostalgias, mis afectos, mis necesidades y mi vida. Hasta
el amor me ha dado, que el desamor nunca es culpa más que nuestra.
http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?p1=22565&l=1
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