No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos. Rene Char, escritor francés.
Fidelidad, Rene Char
Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa hacia dónde en el tiempo dividido.
Ya no es mi amor, todos pueden hablarle. Ella no recuerda ya; ¿quién en verdad la amo?
Busca su igual en el ruego de las miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad.
Dibuja la esperanza y suavemente la despide. Es decisiva sin que tenga que ver en ello.
Yo vivo en su profundidad como un despojo feliz. Sin que lo sepa, mi soledad es su tesoro. En el gran meridiano donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo excava.
Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa hacia dónde en el tiempo dividido. Ya no es mi amor, todos pueden hablarle. Ella no recuerda ya: ¿Quién en verdad la amó y la ilumina desde lejos para que no se caiga?
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