De música y baile ( Extracto) (Recordando a mi papá)
Justo estaba preparando una clase en la que Paul Auster nos serviría de inspiración. Este escritor norteamericano contemporáneo habla de la fortuna, del azar, e las sorpresas de la vida, de las casualidades. Entonces yo estaba muy atenta observando las casualidades que la vida preparaba para mí.
Ese medio día salió mi papá de la clínica con sus 83 años tras veinte días en las que se sintió cercano a la muerte. Antes de despedirnos de los médicos, mientras mi mamá pagaba la cuenta y recogía radiografías, prendimos la televisión, di la vuelta a todos los canales y me detuve ante una orquesta que tocaba canciones populares de distintos países del mundo. Era una fiesta, el público bailaba, saltaba, aplaudía, caían globos y pica pica, el director de orquesta, un violinista encantador llamado Andre Rieu alentaba al público para que corease las canciones, todos se animaban a bailar y las imágenes de las pequeñas flautas tocadas por preciosas chiquillas disfrazadas de soldados, se intercalaba con trompetas y tambores. Mi papá se quedó extasiado, reconociendo las tarantelas y los clavelitos, Lily Marlen y Zorba el griego. El espectáculo parecía no tener fin y no faltaron fuegos artificiales y banderolas. El público de pie aplaudía y se paraba en los pasillos del teatro para bailar impulsados por tan maravillosa música. Dos enfermeras entraron al cuarto y nos acompañaron a ver el final del espectáculo que coincidía con nuestra alegría de haber sido dados de alta. Cuando terminó el concierto, yo, inspirada en las coincidencias de Paul Auster, me convencí que el programa había sido emitido por la vida, en hora precisa, especialmente para animar a mi padre, para celebrar su recuperada salud, para felicitarlo porque se reincorporaba a la vida. Una fiesta que no debíamos desperdiciar. Cecilia Bustamante de Roggero
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