domingo, 24 de noviembre de 2013

Por el día de la música

la flauta de Marsias .




Marsias, en una colina, a la caída de la tarde hace resonar su flauta. Sonido suave y elegíaco. Se le acerca un sátiro.

Sátiro.--¿Dónde aprendiste a tocar el carrizo, Marsias?

Marsias.--Encontré esta flauta cerca de una fuente. Allí la arrojó Minerva porque le fatigaba la respiración el modularla y temía malograrse la forma de los labios.

Yo la recogí y sobre sus agujeros posé mi boca en amoroso gesto: Y ella me obedece dócilmente. En ella cantaré como los pájaros, imitaré el murmullo de los arroyos; los rumores del campo, el hálito de la brisa entre las ramas de los árboles. Soy ya un eximio tocador de flauta.

Sátiro.--Pero no podrás competir con la lira de Apolo. En las cuerdas de su instrumento él evoca el amor y la ternura, hace gemir el dolor y la melancolía.

Marsias.--Apolo no puede superarme en el arte de la armonía. Lanzará dardos de oro sobre el mundo, mostrará su belleza en su carro de luz, pero el sonido es mío. El sonido resuena gracioso y limpio --como agua de la fuente-- en este carrizo, que una diosa abandonó, y con él emocionaré el corazón de todos los habitantes de la comarca.

Sátiro.--No te envanezcas; Marsias. Los dioses suelen vengarse de quien los desafía. (Aparece Apolo. Lleva su lira).

Apolo.--¿Quién es el que modula la flauta en estos parajes?

Marsias.--Soy yo, Marsias, el pastor.

Apolo.--(Tomando la flauta).--Este es el instrumento que Minerva tocaba, olvidando la sabiduría, que es su atributo y su propiedad.

Marsias.--Yo lo encontré tirado, a la vera de las aguas, y con él, he de dar deleite a los hombres. Apolo.--(Templando suavemente su lira).--Eres vanidoso, Marsias. . . El arte exige sencillez y humildad. . . Los dioses no han otorgado el arte a los mortales para que se enorgullezcan.

Marsias.--Te desafío, Apolo. Yo tocaré mi flauta, tú la lira. Y los habitantes de estas regiones decidirán cual de los dos lo ha hecho con más pureza, emoción y gracia.

Apolo.--Acepto tu desafío, Marsias. Pero, ¿te sometes a mis condiciones, si salgo vencedor en este torneo musical?

Marsias.--Me someteré. No creo ser vencido por ti, Apolo. Siento que en mí habita el espíritu de la música. Euterpe me ha favorecido con sus dones, y ya me oirás . . .

Apolo.--Te oiré, Marsias. Jueces serán las ninfas, los faunos, los sátiros, y también los mortales de esta región, que ellos tienen un juicio muy certero.

Marsias.--No temo a su juicio. (Aparecen ninfas, sátiros, faunos y hombres. Forman círculo alrededor de Apolo y Marsias).

Apolo.--Preséntate el primero, Marsias. (Marsias, después de una leve modulación, hace resonar con plenitud su flauta. Se escuchan los gorjeos de las avecillas, el murmullo de la brisa, el grito alegre de los bebedores, la voz de un niño que llora, la risa de una joven. Todos oyen, hechizados).

Sátiro.--¿Podrá Apolo dominar en perfección a Marsias? Nunca ha resonado en esta comarca música tan bella. (Estallan aclamaciones y vítores de admiración al terminar de tocar Marsias.

Un hombre.--Ahora preséntate tú, Apolo, y haz escuchar las notas de tu, lira. (Marsias, en silencio, acaricia su flauta. Las ninfas lo miran con asombro. Hay un agitado rumor entre los presentes).

Un hombre.--Silencio. Va a comenzar Apolo. (Todos callan. Apolo templa levemente su lira. Después se levanta de las cuerdas del instrumento un preludio melancólico. Una profunda atención embarga a todos los oyentes. Las manos del dios hacen cantar a la lira. Es la historia de Ariana confiada, amorosa, abandonada en una isla desierta, llorando al infiel que la dejó. Y al enmudecer el instrumento, no estallan los aplausos. Todos lloran silenciosamente).

Apolo.--(Después de un momento).--Que los jueces pronuncien su veredicto.

Todos.(Unánimemente). --¡Apolo! ¡Apolo! Apolo ha vencido a Marsias. Si el pastor moduló, en su carrizo, seductoras armonías, si nos hizo oír todos los murmullos del agua, del campo, de la brisa, del bosque, Apolo nos ha hecho llorar. Para Apolo la gloria y el galardón. ¡Apolo vencedor!

Apolo.--¿Has oído lo que dicen los jueces, Marsias?

Marsias.--Sí. Tú me has vencido, Apolo. Pero cuando regreses de tu exilio al Olimpo, la flauta de Marsias hechizará a los hombres de esta comarca. Me someto a tus condiciones. Yo creía superarte, pero tú eres la música, misma. E1 premio te corresponde.

Apolo.--Bien. Tú has desafiado a un dios, Marsias, y mereces un severo castigo. Los mortales no han de alzarse contra los dioses.

Marsias.--Lo reconozco.

Apolo.--Prometeo, que robó el fuego sagrado, fue condenado al suplicio eterno de ser roído por un buitre. Tú, que has osado competir con el dios de la luz, con el padre de las nueve hermanas divinas, mereces un castigo similar al de Prometeo.

Todos.--Sé clemente ¡oh Dios!

Apolo.--No puedo ser clemente con el mortal que me ha desafiado, que ha creído, en su insensatez, poder competir con mi arte.

Todos.--Tú has venido desterrado a nuestro país, Apolo, y los mortales te han acogido como a un amigo. . Usa de misericordia.

Apolo.--Los dioses no sabemos de misericordia. Somos implacables en nuestra justicia. Si no fuéramos inmisericordiosos, los mortales se creerían iguales a nosotros. Te condeno, Marsias, a ser desollado. Todos.--¡Marsias va a ser desollado! Apolo, ten piedad . . .

Apolo.--Con tu piel haré un odre que será colgado de este pino. (Señala un pino).

Marsias.--Haz lo que quieras de mí, dios. . . Déjame despedirme de estos campos, donde resonó mi flauta, que yo, en mi osadía, creí que competiría con tu lira. Déjame mirar un instante el resplandor del cielo, la gracia de los prados, el color de las flores, el rostro de las ninfas. Déjame dar un adiós a mis compañeros y amigos, antes de cruzar el Aquerón y el Styx…

Apolo.--Pronuncia tu adiós, pastor. (Todos han callado y lloran).

Marsias.--(Hace sonar su flauta con doliente acento).--Sé que no se me olvidará. Que el nombre de Marsias, el tocador de flauta, perdurará en estas campiñas. (Deja su flauta cerca de un árbol). Y mi carrizo quedará solitario, solamente modulará cuando en sus agujeros penetre la brisa de la tarde…

Apolo.--¿Ya estás listo, Marsias? (Marsias inclina la cabeza, en señal de asentimiento. Apolo le indica que se apoye contra un pino, y de un lanzazo lo clava sobre el árbol. Luego un esclavo que ha aparecido, desuella al pastor con un cuchillo. Marsias muere sin exhalar un gemido. Un gran sollozo llena el ámbito del campo. Las ninfas, azoradas, exclaman: ¡Marsias, Marsias!" Apolo contempla la desollación del pastor, cuya piel le entrega el esclavo. El dios con ella forma un odre y lo cuelga de la rama del pino. Y desaparece seguido del esclavo).

Todos.--¡Marsias, tocador de flauta, armonioso cantor, hermano nuestro! ¡Ya no resonará tu canto en las tardes, para nuestro encanto, pero lo lloraremos siempre! (De las lágrimas de todos, surge, a la vera del pino, donde se balancea el odre, un río que corre con plañidero y musical murmullo. La flauta sola exhala un lamento. Cae la tarde. Suben al cielo, teñido de los colores del atardecer, las voces de "¡Marsias, Marsias!")


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1 comentario:

  1. Siempre gracias por tu blog maravilloso y poético.

    Te hago llegar este link que podría interesarte donde Micaela Chirif de la PUCP nos cuenta un tema hermoso.

    Cariños,

    Leticia

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