martes, 11 de marzo de 2008

Temo la luna llena



Fantasías con la luna

A las cancerianas nos afecta mucho la luna llena.


La luna brilla insolente y señala a las cancerianas como a hijas predilectas.
Una vez escuché que las cancerianas solo soportan el baño de luz de la luna llena,
si alguien las besa en la orilla del mar.

Aseguro no creer en la influencia de los astros ,
no importa que seas Virgo o Tauro,
pero muy seguido me encuentro
leyendo mi horóscopo o analizando
lo que dicen los chinos sobre el búfalo,
el animal que me representa.


Cuando veo a la luna llena hermosa y redonda,
iluminando el espacio inagotable,
cuando está tan cristalina que puedo distinguir sus venas y sus cráteres
que demarcan para mi sus continentes,
me altero.
( Hay ríos en la luna, me digo,
y países, montañas empinadas,
lagunas, volcanes que explotan en ruido y fuego).
Llegan hasta mi los rayos blancos y me atraviesan.
Entonces me lleno de melancolía.
Tras hondos suspiros
doy la espalda a la luna para no delatar mi temor.
Temo que la luna llena
tan grande se desprenda del cielo,
que ruede veloz y caiga sobre mi.
En mi fantasía
no me destroza la luna llena,
me transforma.
Es difícil
dejar de ser yo misma, Cecilia,
con mis inclinaciones,
el timbre de voz alto que tengo,
mi particular manera de mirar,
de hablar, de moverme.
Entonces, ser otra
aunque esa otra no tema a la luna llena,
me angustia.

Ella tan lejos y tan sola
y yo aquí también tan sola,
me digo, y en vez de dialogar
con la luna, mi espejo,
la ignoro,
le quito su esplendor y la transformo
hasta conseguir que ella también tema
desprenderse y caer.



Tengo la fantasía de pasear
cuidando la luna inmensa.
Tener que hacerla rodar,
llevarla siempre conmigo,
cruzar avenidas y parques,
mezclarme con ella entre
una multitud de gente y
de miradas indiscretas, envidiosas.

Contarles que la luna
es solo agua purísima comprimida,
habitada por un sol.
La luna y yo
avanzando en la ciudad,
llevándola quién sabe adónde,
encargada de mantenerla
con vida hasta que algo,
no se todavía qué,
le permita alejarse de la tierra
regresar al firmamento,
ocupar su lugar allá tan sola y llena,
a la que siempre me doy el lujo de ignorar.


Imagino llevando a la luna a un campo.
Perdernos las dos entre los surcos,
sentir que somos algodón o trigo o
girasoles a punto de explotar
en plenitud.

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