jueves, 6 de marzo de 2008

Una despedida


Ayer fui al cementerio para acompañar a una amiga querida, había muerto su mamá.
Fue una ceremonia realmente preciosa. ¡Cuantas personas querían estar ahí! Una mujer que tuvo 12 hijos y que dedicó su vida a servir a los demás. Fue un privilegio estar ahí y escuchar hasta conmoverme las palabras que una de sus nietas (elegida por el resto de su familia) escogió para despedirla y para decirle lo orgullosa que estaba de tener su sangre. La madre de mi amiga amaba la naturaleza, siempre se rodeo de flores y de pajaritos, vivió en el campo y estaba siempre dispuesta a ayudar a quien necesitase palabras de consuelo y esperanza o cualquier otra ayuda. La palabra luz era la que según su nieta se acercaba más para describir lo que se sentía a su lado. Su corazón no supo de sentimientos que pueden hacer daño.
La conocí solo una vez, pero estar con ella me causó una muy agradable impresión, suave, dulce, inteligente, sonreía. No había tristeza en esta despedida, el sol brillaba con fuerza, infinidad de flores la rodeaban, su familia, sus amigos, todos los que la habían amado, estaban a su lado, recordando que se trataba de una persona realmente muy especial, llena de amor.

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