sábado, 21 de junio de 2008

Una visita al hospital



Ayer estuve en el Hospital de Neoplásicas. Hace unos años fui voluntaria ahí. De vez en cuando sentía el deseo de regresar y ayer me di el tiempo. Quería ver si era posible ser voluntaria sin uniforme, simplemente estar ahí y acompañar o ayudar a alguna de las personas que esperan ser atendidos, muchos ellos de provincias. Siempre he pensado que el trabajo de voluntario es una acción cívica que todos deberíamos realizar durante alguna etapa de nuestra vida. El hospital estaba repleto, mucha más gente que en la época en la que iba una vez pos semana. Encontré una familia de Cajamarca. Dos viejitos, él exactamente de la edad de mi papá, tenía cáncer a la vejiga y lo iban a internar. Estaba acompañado de su señora y de su hija. Había que hacer un trámite para que los aceptasen en el albergue en el que habían sido asignados y hacían cola para que el médico los admitiese en el hospital para la operación. Tranquilicé a la señora que había escuchado que en el albergue les iban a robar sus órganos. Estuvimos conversando, les conté que tenía antepasados de Cajamarca, nos hicimos amigos muy rápidamente y durante un rato olvidaron la enfermedad. Lo que nos dijo la asistenta social, lo volvimos a hablar para tenerlo claro. Con la señora, que vestía polleras pero que había hablado con el celular de la hija, nos despedimos con un abrazo. Despues estuve con una pareja de esposos de Huaraz, el cielo más hermoso del Perú, ellos tienen una hija de tres años, la edad de mi nieta, que se llama Gabriela. Ella estaba en una camilla, la habían operado de la cadera, tenía un tumor en el pulmón y ya le habían aplicado 10 radioterapias, ahora quería irse a su tierra, descansar, estar con su hijita y su familia. Su esposo la había acompañado durante dos meses acá en Lima, es contador pero ya necesita trabajar. Hablamos de Chacas y del padre Ugo, del hospital tan bueno que tienen ahí, tal vez sea más cerca ir a Chacas. Ella tenía una dulzura que le iluminaba el rostro, sonreía. No pude ayudarlos para que los atiendan más rápido pero los acompañé durante un rato. Les deseé mucha suerte y nos despedimos. Es maravilloso como podemos comunicarnos los seres humanos, establecer vínculos, permanecer unos momentos juntos como si nuestros cuerpos se abrigasen haciéndonos sentir menos solos. Me prometí a mi misma regresar, ir al hospital algunas veces, contactarme con estos visitantes de Lima que estan aquí por problemas de salud y que necesitan algo de nuestro tiempo. Pensé tambien en los voluntarios que estan en las cárceles y en los hopitales entregandose a sí mismos y descubriendo cada día que se recibe mucho más de lo que se da, descubrir que mantenemos viva esa parte nuestra que sabe comunicarse es fabuloso. Cuando mi hija Chiara era chiquita decía la palabra "Ten" tanto para dar, como para recibir, como si se tratase de una sola acción y tenía razón, es una sola.




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